Entre una decena de asistentes que ajustan luces sobre su pequeña figura. Ahí está Shakira, muy quieta, piernas cruzadas. Una reina roquera dorada y negra, bucaneras altísimas, mini y top de cuero, menuda y liviana, envidiable silueta de quien fue madre hace pocos meses. Una reina poderosa y, a la vez, vulnerable. El pequeño Sasha está jugando en la habitación contigua, al cuidado de una niñera, mimado por todos los que esperan entrevistar o sacarse una foto con su mamá. Se ve que es un niño acostumbrado a la gente y no se asusta con tantas caras que lo miran y parlotean a su alrededor. La colombiana, perfeccionista, observa y comenta el plano y la luz que toma la cámara. Hasta que no le parece ok no se empieza a grabar. Piensa con seriedad las respuestas, le importa decir cosas sensatas. Por eso interrumpe, algo molesta, cuando uno de los técnicos pasa por detrás, al fondo de la sala.
- Es que me distraigo, perdona, y me desconcentro.
La cámara vuelve a grabar.
- Por favor, repite la pregunta - me dice la de Barranquilla, ganadora de doce Grammys, seis Billboard, una de las más poderosas según Forbes y una de las cien artistas más influyentes del planeta
Rápidamente, la sonrisa, dientes blanquísimos, acude a acompañar la mirada algo melancólica de sus ojos negros. Esos que brillan de emoción contenida cuando dice: "gracias al fútbol conocí al amor de mi vida". Se dice que "Shakira", su último disco, no tuvo el resultado comercial esperado, en una industria en la que los paradigmas y los cánones han cambiado tanto que los términos de éxito y fracaso son difíciles de definir. Hay allí un homenaje a su actual pareja y padre de los pequeños Milan y Sasha, la canción en catalán Boig per tu -Loco por ti-, un cover del grupo Sau que es favorita del defensa del Barça.
¿Habrá disco nuevo el año que viene? "Sí, pero tengo un poco de miedo de meterme en el estudio porque cuando estoy grabando me meto mucho en lo que estoy haciendo. Tengo la suerte de tener el estudio en casa, pero cada vez que se me ocurre una canción Milan me canta el himno del Barça y se me va de la cabeza. Cuando nació decidí tomarme un tiempo. Quiero investigar todas las posibilidades de la maternidad, ver hasta dónde llego, dedicarme a explorar de qué soy capaz como madre".
Debe ser muy impresionante para una latinoamericana escuchar desde el escenario del festival Glastonbury a miles de personas coreando "en Barranquilla se baila así". O cantar por la solidaridad con los inmigrantes en la ONU mientras se acomodan los principales líderes mundiales. "Creo que si uno puede hacer algo por cambiar algunas cosas, tiene que hacerlo. Estoy en un lugar privilegiado y quiero aportar en lo que pueda".
Hija de Mebarak libanés y catalana Ripoll, pareja de uno de los más catalanistas jugadores del Barcelona, ¿se siente un poco catalana? "No, colombiana, siempre. Aquí me tratan muy bien, estoy muy cómoda, pero yo soy colombiana. Y con sangre libanesa, y sí, bueno, algo catalana también. A los niños les hablo en castellano y un poco de inglés, Gerard en catalán. Somos una mezcla".
La mezcla, como el estatus de super estrella, acompañan a Shakira desde que era casi una niña cantante. Una especie de Alanis Morisette latina en su celebrada primera etapa, para muchos la mejor, la de discazos como el consagratorio, clásico ya "¿Dónde están los ladrones?" (1998), su segundo de estudio, cuando tenía 21 años. Y una popstar global desde su primer lanzamiento bilingüe, "Laundry Service". Comiéndose el mundo, cerca del reguetón o del pop bailable, asociándose con grandes nombres invitados y lejos, muy lejos de aquella estrella tímida que iba de la mano de su pareja y mánager Antonio de la Rúa -con quien terminó enfrentada en millonarios reclamos judiciales-, la Shakira más íntima parece plena y feliz, enamorada de su familia, en el lugar donde quiere estar. Habrá que esperar hasta el año que viene para saber cómo se traduce en música, cómo suena todo eso que late, por estos días, en el corazón de la colombiana.